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Biodiversidad a distintas escalas: “No todo es ni da lo mismo”

Por Alejandro D. Brown, presidente de Fundación ProYungas.

 

Biodiversidad se refiere a la diversidad o variedad de formas vivas, sean plantas, animales, bacterias y una mezcla de todos ellos. Un tapir es parte de la biodiversidad, como lo es un árbol, el pasto, un insecto o una bacteria que enriquece nuestros suelos.

Nos movemos a partir de palabras claves que pretendemos que abarquen la totalidad de lo que nos rodea, de lo que depende nuestra vida cotidiana y por supuesto nuestra supervivencia. Hace años se abría en la jerga popular la palabra “ecología” como esa palabra mágica que todo lo abarca y “ecosistema” era su reflejo técnico académico.

Luego vino la “sustentabilidad” o sostenibilidad (como quieran decirlo…) para transformarse en la palabra o concepto  que engloba, y que asegura, la permanencia o futuro del proceso productivo.

Las cosas debían ser sustentables para ser apreciadas, sin saber en la mayoría de los casos a que se refería en concreto la idea.

Luego irrumpe el “Carbono” como un nuevo concepto asociado a sustentabilidad, pero contribuyendo además a “secuestrar” ese CO2 que está por el aire, producto de nuestras combustiones y generador del Cambio Climático.

Y abriéndose paso viene la “biodiversidad”, con fuerza, como la nueva palabra o concepto que nos vincula con la sustentabilidad y los otros conceptos, que da vida y contenido a la ecología y a los ecosistemas, porque estos últimos finalmente están conformados por vida que interactúa, es decir por biodiversidad.

Palabras que se van rotando, se van jerarquizando y por supuesto, desgastando por el uso y sobre todo, por el mal uso o el abusivo uso de conceptos sin mucho contenido asociado, la mayoría de las veces.

Biodiversidad es muchas cosas, depende el contexto en que la mencionemos, de la temática a abordar y del perfil técnico de quien la utiliza y de la valoración que pretende darle al utilizarla.

 

Suelos y servicios en los paisajes multifuncionales

Por un lado tenemos la “biodiversidad del suelo” (bacterias, hongos, microorganismos, gusanos), y todo lo necesario para darle ”vida” al suelo, es decir fertilidad y por lo tanto productividad, rendimiento y si es bien cuidado, sustentabilidad en los rinde a través del tiempo.

Esta “biodiversidad” les interesa en general a los productores y sus técnicos, los agrónomos. Argentina es pionera en generar técnicas que maximicen la estabilidad y sustentabilidad del suelo a través de lo que se ha llamado “siembra directa”.

Una tecnología impulsada por AAPRESID y que consiste en un paquete de medidas y herramientas que reducen la rotación del suelo y que implica el uso de herbicidas para controlar lo indeseable, la biodiversidad invasora que compite por recursos con los que nos interesa producir.

Por otra parte (y adicionalmente) tenemos la “biodiversidad de los servicios”, polinizadores y ciertos controladores de plagas, que brindan un “servicio ecológico” directo a nuestras producciones. Mayor oferta de polinizadores significa para las plantas que requieren de ese servicio, más producción de frutos y semillas, es decir más y mejor productividad (soja, girasol, limón, arándano).

Los polinizadores son muchos y muy variados, desde insectos de muchos tipos diferentes (abejas, avispas, abejorros, mariposas, cascarudos), o aves como los picaflores, e incluso murciélagos, aunque en general se refiere prioritariamente a los insectos.

Cuanto más nos acercamos en un cultivo a espacios silvestres, más diversidad y abundancia de polinizadores (e insectos en general) observamos, y la “naturaleza” en estos paisajes productivos está restringida a esos espacios que parecieran “abandonados” y que cada vez se estimula más dejarlos,  acompañando los espacios productivos.

Para ello, muchas veces no necesitamos “ecosistemas” prístinos en las inmediaciones, nos alcanza con “yuyales” de bordes de caminos y alambrados. Es la situación típica del “núcleo sojero”, donde domina la matriz productiva (agrícola y ganadera).

Los “Paisajes Multifuncionales” se refieren en general a estos dos primeros casos de “biodiversidad”, la del suelo y la de los servicios, ambas indisolublemente asociados a las prácticas productivas, su sustentabilidad y su rentabilidad sostenida en el tiempo.

Naturaleza y producción ¿pueden ir juntos y potenciarse?

Finalmente está la biodiversidad que reconoce la gente en general, formada por especies vistosas, evidentes, que en general está representada por aves y mamíferos (también anfibios y reptiles) que son identificadas por la gente común no especializada y que podríamos denominar como “biodiversidad popular” o “biodiversidad de contexto”.

Pueden vincularse con las producciones o no y en general ignoramos sus vínculos directos e indirectos con la producción. Un yaguareté en las Yungas, se vincula de alguna forma tangible con la producción de azúcar?

Probablemente no, al menos no lo sabemos. Pero esta biodiversidad es la que en general más preocupa a los ambientalistas y sobre la cual hay mayor preocupación social por su protección y conservación. Es la biodiversidad que se considera en el establecimiento o de las áreas protegidas oficiales (nacionales y provinciales).

Dentro de este contexto de biodiversidad popular está una fracción de la misma que podemos denominar como “biodiversidad dañina” o “perjudicial”, compuesta por especies que generan daños, muchas veces de magnitud importante a la agricultura y también a la ganadería.

Pueden ser especies nativas (loros, pumas, plantas invasoras) o exóticas (jabalí, ciervo axis, malezas).  Con las primeras buscamos métodos a veces “naturales” o poco cruentos para controlarlas, y con los segundos utilizamos una batería de productos tóxicos y letales en su combate, en general con resultados inciertos, poco duraderos y muy limitados en el alcance geográfico.

 

Paisajes Productivos Protegidos, integrando la conservación de la biodiversidad y el desarrollo productivo

En los sistemas productivos que dominan la geografía de nuestro país, con excepción de gran parte del “núcleo sojero”,  existe una combinación interesante entre superficies destinadas a la producción intensiva y espacios silvestres, es decir de naturaleza más o menos conservada según los casos.

Esta matriz mixta, es donde coexisten las distintas biodiversidades mencionadas anteriormente y es lo que denominamos “Paisajes Productivos Protegidos” o PPP.

Estos paisajes tienen la virtud que están ubicados en áreas muy distintas de donde hemos emplazado gran parte de la superficie protegida de nuestro país y es en estos PPP donde habita gran parte de la biodiversidad que consideramos “en riesgo de extinción”, o al menos “vulnerables”.

La presencia demostrable de esta biodiversidad popular puede ser y de hecho lo es un atributo de sustentabilidad de estas producciones, un atributo que el mercado puede aceptar como resultado de “buenas prácticas” productivas que potencien el interés del consumidor por estos productos originados en los PPP, es decir en espacios donde naturaleza y producción coexisten.

Biodiversidad y actividades humanas están indisolublemente unidas, necesitamos ambas y se necesitan mutuamente. Necesitamos de la naturaleza para producir, pero también la naturaleza necesita de la producción para sobrevivir, al menos en los niveles de biodiversidad que conocemos hoy en día y con la cual convivimos.

Sin duda nuestra existencia futura estará ligada a cómo manejemos estas biodiversidades en distintos contextos. Quizás uno de los mayores desafíos radica en aprender a coexistir con éstas, generando los recursos biológicos y económicos necesarios para nuestra cotidianidad y progreso social.

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